El trabajo legislativo resulta de una
importancia trascedente en el Estado
democrático y constitucional de Derecho,
por ser la acción que da como
resultado la elaboración de los instrumentos
normativos que establecen las
pautas para el orden social, la armónica
convivencia, los límites al ejercicio
del poder público y las formas de
acceso de la ciudadanía a la organización
política. Desde los tiempos de la
Antigua Grecia, pasando por Roma, el
incipiente establecimiento del parlamentarismo
en la Inglaterra de Juan
sin Tierra, las Asambleas de la época
de la Ilustración, hasta los actuales Estados
democráticos, se sigue una línea
hacia la consolidación de decisiones
político-legislativas por un sentido
de consenso amplio, es decir, del mayor número de partidarios. Pero no
se trata solamente de que se den las
condiciones de “impulso” de un pluralismo
político, debe establecerse un
régimen democrático de verdad para
que la idea sea materia, que un postulado
se haga valer a través de instrumentos
establecidos en las leyes, y uno
de ellos es, por consiguiente, la formación
de la ley sometida al consenso entre
mayoría y minorías parlamentarias,
y a un proceso especial para cumplir
este fin: el Procedimiento Legislativo.
Ahora, si bien es cierto que la
fórmula de toma de decisiones en un
órgano legislativo se entiende y acepta
como un resultado derivado de una
mayoría, surge la inquietud de conocer
la intervención de aquellos sectores
políticos minoritarios y el papel
que desempeñan en las tareas de la
actividad parlamentaria del procedimiento
de elaboración de leyes.